La historia de la electricidad se refiere
al estudio y uso humano de la electricidad, al descubrimiento de sus leyes
como fenómeno físico y a la
invención de artefactos para su uso práctico.
El fenómeno en sí, fuera de su relación con el
observador humano, no tiene historia; y si se la considerase como parte de la historia
natural, tendría tanta como el tiempo, el espacio, la materia y la energía. Como también se
denomina electricidad a la rama de la ciencia que estudia el
fenómeno y a la rama de la tecnología que lo aplica, la historia de la electricidad
es la rama de la historia de la ciencia y de la historia de
la tecnología que se ocupa de su surgimiento y evolución.
Uno de sus hitos iniciales puede situarse hacia
el año
600 a. C., cuando el filósofo griego Tales de
Mileto observó que frotando una varilla de ámbar con una piel o con
lana, se obtenían pequeñas cargas (efecto triboeléctrico) que atraían
pequeños objetos, y frotando mucho tiempo podía causar la aparición de una chispa.
Cerca de la antigua ciudad griega de Magnesia se encontraban las denominadas piedras de
Magnesia, que incluían magnetita. Los antiguos griegos observaron que los trozos de
este material se atraían entre sí, y también a pequeños objetos de hierro. Las palabras magneto
(equivalente en español a imán) y magnetismo derivan de ese topónimo.
La electricidad evolucionó históricamente desde
la simple percepción del fenómeno, a su tratamiento científico, que no se haría
sistemático hasta el siglo XVIII.
Se registraron a lo largo de la Edad Antigua y Media otras observaciones
aisladas y simples especulaciones, así como intuiciones médicas (uso de peces
eléctricos en enfermedades como la gota
y el dolor de
cabeza) referidas por autores como Plinio el
Viejo y Escribonio Largo, u
objetos arqueológicos de interpretación discutible, como la Batería de
Bagdad, un objeto encontrado en Irak en 1938, fechado alrededor de
250 a. C.,
que se asemeja a una celda electroquímica. No se han encontrado documentos que
evidencien su utilización, aunque hay otras descripciones anacrónicas de
dispositivos eléctricos en muros egipcios y escritos antiguos.
Esas especulaciones y registros fragmentarios son
el tratamiento casi exclusivo (con la notable excepción del uso del magnetismo
para la brújula)
que hay desde la Antigüedad
hasta la Revolución
científica del siglo XVII; aunque todavía entonces pasa a ser
poco más que un espectáculo para exhibir en los salones. Las primeras
aportaciones que pueden entenderse como aproximaciones sucesivas al fenómeno
eléctrico fueron realizadas por investigadores sistemáticos como William
Gilbert, Otto von Guericke, Du Fay,
Pieter van
Musschenbroek (botella de Leyden) o William
Watson. Las observaciones sometidas a método científico empiezan a
dar sus frutos con Luigi Galvani,
Alessandro
Volta, Charles-Augustin de Coulomb o Benjamin
Franklin, proseguidas a comienzos del siglo XIX por André-Marie
Ampère, Michael Faraday o Georg Ohm. Los nombres de
estos pioneros terminaron bautizando las unidades hoy utilizadas en la medida
de las distintas magnitudes del fenómeno. La comprensión final de la
electricidad se logró recién con su unificación con el magnetismo en un único fenómeno
electromagnético descrito por las ecuaciones de
Maxwell (1861-1865).
El telégrafo eléctrico (Samuel Morse,
1833, precedido por Gauss
y Weber,
1822) puede considerarse
como la primera gran aplicación en el campo de las telecomunicaciones,
pero no será en la primera revolución industrial, sino a
partir del cuarto final del siglo XIX cuando las aplicaciones económicas de
la electricidad la convertirán en una de las fuerzas motrices de la segunda
revolución industrial. Más que de grandes teóricos como Lord Kelvin,
fue el momento de ingenieros, como Zénobe Gramme, Nikola Tesla,
Frank Sprague,
George
Westinghouse, Ernst Werner von Siemens, Alexander
Graham Bell y sobre todo Thomas Alva Edison y su revolucionaria manera
de entender la relación entre investigación científico-técnica y mercado
capitalista. Los sucesivos cambios de paradigma de la primera
mitad del siglo XX
(relativista
y cuántico)
estudiarán la función de la electricidad en una nueva dimensión: atómica y subatómica.
La electrificación
no sólo fue un proceso técnico, sino un verdadero cambio social de
implicaciones extraordinarias, comenzando por el alumbrado y siguiendo
por todo tipo de procesos industriales (motor eléctrico, metalurgia,
refrigeración...) y de comunicaciones (telefonía, radio). Lenin, durante
la Revolución bolchevique, definió el socialismo como la suma de la
electrificación y el poder de los soviets, pero fue sobre todo la
sociedad de consumo que nació en los países capitalistas, la que
dependió en mayor medida de la utilización doméstica de la electricidad
en los electrodomésticos,
y fue en estos países donde la retroalimentación entre ciencia,
tecnología y sociedad desarrolló las complejas estructuras que
permitieron los actuales sistemas de I+D e I+D+I,
en que la iniciativa pública y privada se interpenetran, y las figuras
individuales se difuminan en los equipos de investigación.
La energía eléctrica es esencial para la sociedad
de la información de la tercera revolución industrial que se viene
produciendo desde la segunda mitad del siglo XX (transistor, televisión,
computación, robótica, internet...). Únicamente puede comparársele en
importancia la motorización dependiente del petróleo (que también es
ampliamente utilizado, como los demás combustibles fósiles,
en la generación de electricidad). Ambos procesos exigieron cantidades
cada vez mayores de energía, lo que está en el origen de la crisis
energética y medioambiental y de la búsqueda de nuevas fuentes de
energía, la mayoría con inmediata utilización eléctrica (energía nuclear
y energías alternativas, dadas las limitaciones de la tradicional
hidroelectricidad).
Los problemas que tiene la electricidad para su almacenamiento y
transporte a largas distancias, y para la autonomía de los aparatos
móviles, son retos técnicos aún no resueltos de forma suficientemente
eficaz.
El impacto cultural de lo que Marshall McLuhan denominó Edad de la Electricidad, que seguiría a la Edad de la Mecanización (por comparación a cómo la Edad de los Metales siguió a la Edad de Piedra), radica en la altísima velocidad
de propagación de la radiación electromagnética (300.000 km/s) que hace
que se perciba de forma casi instantánea. Este hecho conlleva
posibilidades antes inimaginables, como la simultaneidad y la división de cada proceso en una secuencia.
Se impuso un cambio cultural que provenía del enfoque en "segmentos
especializados de atención" (la adopción de una perspectiva particular) y
la idea de la "conciencia sensitiva instantánea de la totalidad", una
atención al "campo total", un "sentido de la estructura total". Se hizo
evidente y prevalente el sentido de "forma y función como una unidad",
una "idea integral de la estructura y configuración". Estas nuevas
concepciones mentales tuvieron gran impacto en todo tipo de ámbitos
científicos, educativos e incluso artísticos (por ejemplo, el cubismo).
En el ámbito de lo espacial y político, "la electricidad no centraliza,
sino que descentraliza... mientras que el ferrocarril requiere un
espacio político uniforme, el avión y la radio permiten la mayor
discontinuidad y diversidad en la organización espacial".
Reseña Histórica de la Instrumentación
http://miguelangelpes.wikispaces.com/file/view/Breve_historia_de_sistemas_de_control_.pdf
Reseña Histórica de la Instrumentación
http://miguelangelpes.wikispaces.com/file/view/Breve_historia_de_sistemas_de_control_.pdf
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